Museo del Niño de Brooklyn

Este luminoso espacio envuelto en azulejos cerámicos amarillos atrae y llama la atención de los niños, crea un punto de interés público en el barrio residencial que lo alberga y contribuye a una estrategia de sostenibilidad que logró que fuera el primer museo de la Ciudad de Nueva York en obtener la certificación LEED Plata.

Con el fin de ampliar su capacidad para recibir a la creciente audiencia de niños y familias, el Museo del Niño de Brooklyn se propuso adquirir una nueva presencia pública que contribuya a la vitalidad de la comunidad circundante. Viñoly respondió creando una estructura que difiere de su contexto en cuanto al color y la forma física, pero que es acogedora y respetuosa de su entorno ya existente. La arquitectura del nuevo edificio atrae y llama la atención de los niños y su luminoso envoltorio de azulejos cerámicos amarillos crea un punto de interés en el barrio de Crown Heights, cuyas construcciones son principalmente de poca altura.

El diseño implementado remodela completamente el museo de 1977, un volumen bajo retirado de la calle en un terreno a un nivel inferior, al mismo tiempo que lo amplía y lo reconfigura. Para cumplir con el objetivo de intensificar la presencia del museo en el paisaje urbano, la envoltura del edificio tiene una forma escultural que convierte la simple forma en L de su planta en un volumen singular y dinámico. En los dos pisos de nueva construcción se encuentran una biblioteca, salas de exposición, cafeterías y aulas. El plano ampliado del nuevo edificio y las galerías del segundo piso se integran en la estructura existente a través de escaleras abiertas y núcleos de circulación vertical. El diseño brinda acceso a la terraza que hay en la azotea y al teatro exterior, vinculando estos espacios directamente a la cafetería para niños del segundo piso. En todo el edificio, hay elementos especialmente diseñados para garantizar que la arquitectura sea apta para niños; por ejemplo, se instalaron barandas de madera adicionales a baja altura en la pared y ojos de buey que puntúan la piel del edificio en diferentes ángulos y alturas.

Para evitar los estereotipos asociados a los colores primarios —el amarillo, el rojo y el azul—, los interiores incorporan una paleta análoga de amarillo, anaranjado bermellón y verde, reemplazando los colores más convencionales para niños (azul, rojo) por tonalidades más bien atípicas (anaranjado, verde). El resultado es un espacio vibrante y llamativo: los muros anaranjados y verdes soportan un sofito amarillo en el vestíbulo de la entrada principal, las señalizaciones en amarillo eléctrico se acentúan con texto en anaranjado y una raya amarilla se extiende por el techo del vestíbulo, invitando y atrayendo a los visitantes hacia las salas de exposición.

El Museo del Niño de Brooklyn es el primer museo de la Ciudad de Nueva York en contar con la certificación LEED, alcanzando LEED Plata en 2010, y el primero en usar pozos geotérmicos para los sistemas de calefacción y refrigeración. En la medida de lo posible, se utilizaron en la construcción materiales reciclados y rápidamente renovables y se incorporaron características de alto rendimiento/sostenibles. Las celdas fotovoltaicas en los muros exteriores convierten la energía solar directamente en energía eléctrica y los sensores de ahorro de energía controlan los sistemas de iluminación y ventilación interiores.